Yo fui aquella niña que tocaba el piano.

Esta fue mi última canción. Mi último concierto: mi último examen.

Recuerdo la enorme sala llena de gente, y yo tocando el piano. Y la canción sonaba… pero me equivoqué.

Ese momento lo borré de mi memoria (o por lo menos de mi memoria consciente), hasta que, muchos años más tarde, escuchando música clásica, sonó esta canción y me puse a llorar sin saber por qué.

Fue mi madre la que me explicó que esa fue la canción que toqué para mi examen de piano. El último, porque ya no seguí estudiando.

Tenía 11 años. El mundo debió caerme encima y, cuando terminé, corrí a refugiarme en los brazos de mi madre.

Ahora, siendo ya adulta, entiendo que quise borrar ese recuerdo. Pero quedó ahí, hasta que escuché, muchos años más tarde el Claro de Luna.

Si quieres escucharlo sólo tienes que pulsar el play de este vídeo… y seguir leyendo mientras suena la música.

https://www.youtube.com/watch?v=mtHKQWY6m80

Estoy leyendo, gracias a Bei del blog Tigriteando, el libro «El cerebro del niño» (libro que te recomiendo totalmente) y me doy cuenta de que piano lo dejé con mil excusas que, en realidad, eran la tapadera de una frustración que no logré asimilar.

No integré mi fracaso como una experiencia, supongo que me sentí humillada y tonta. Y ese día fue la culminación de un curso donde el profesor no empatizó conmigo, no me alentó y me hizo sentir mal. Todo lo contrario que la profesora del curso anterior.

Ahora creo que lo mejor hubiera sido hablar conmigo abiertamente sobre ese curso y ese profesor. No es que las clases fueran horrorosas, pero sí que me hacía sentir torpe y que no lo hacía bien.

A diferencia de otros alumnos, yo no tenía piano en casa, y sólo podía practicar los ratos que me dejaban en el conservatorio algún piano libre. Y eso era muy poco tiempo de práctica.

Mis padres, cuando suspendí, quisieron comprarme un piano (con todo el esfuerzo que ello suponía, porque eran carísimos) para que yo pudiera practicar en casa… pero yo no quise, y opté por la solución más fácil: dejar de estudiar piano.

No sabes cuántas veces me he arrepentido de ello, y mis padres se arrepienten de no haberme forzado a seguir… Pero como yo les digo, si lo hubieran hecho, a lo mejor hubiera acabado igual, dejándolo. Fue mi decisión.

[clickToTweet tweet=»Ahora sé que no asimilé bien una vivencia y que la forma en que se enseña influye tanto en el resultado #integración» quote=»Ahora sé que no asimilé bien una vivencia y que la forma en que se enseña influye tanto en el resultado…»]

Creo que si en lugar de intentar olvidarme de ello hubiera hablado e interiorizado más en lo que me hacía sentir mal hubiera llegado a entender qué me pasaba y por qué. Hubiera integrado ese momento doloroso para mí en mi cerebro, es decir, unir la parte emocional con la lógica.

No hay que evitar hablarles a los niños de los procesos dolorosos por los que atraviesan, tienen que hablar, sentir y expresar hasta que consiguen asimilarlo. Nosotros debemos ayudarles a integrar esos momentos de la mejor forma posible.

No sé si hubiera continuado estudiando, pero lo que sí es seguro que no se hubiera quedado ahí semi oculto en mi subconsciente, esperando agazapado para asaltar en cualquier momento.

A día de hoy estoy convencida de una cosa: el profesor fue muy negativo para mí. Quizás para otros niños no, pero para mí sí.

Y si tenía alguna duda, al encontrar casualmente mi cuaderno de piano lo he podido comprobar. Sólo con la forma de expresarse en el cuaderno hay una diferencia abismal entre ambos profesores. Así fue.

He hecho algunas fotos para que veas la diferencia de uno y de otro, y lo importante que es un docente (en cualquier materia) para sacar lo mejor de un alumno (o no sacar nada, o sacar lo peor). Yo estoy convencida de ello.

Esta es una foto con indicaciones de la profesora maja en una de las páginas del cuaderno:

mimundoconpequespiano1

Indicaciones de la profe maja

Con mi profesora yo iba feliz a piano, con el profesor no. Todavía recuerdo el nombre de mi profesora: Silvia. El nombre de él, no.

Aquí te pongo un par de fotos de dos páginas diferentes del cuaderno, con las indicaciones del profesor negativo:

Indicaciones del profesor negativo

Indicaciones del profesor negativo

Indicaciones del profe negativo

Indicaciones del profe negativo

Bueno, las fotografías, para mi modo de ver, no tienen desperdicio. Tengo que decir que el cuaderno es el mismo, así que el tamaño de las hojas es el mismo.

Al ver este cuaderno (ya siendo adulta) comprendí que no sólo había sido una impresión mía, si es que las indicaciones del profesor negativo no tienen desperdicio… Si vuelvo a estudiar piano, me queda claro que el dedo gordo dentro del teclado y el 1 y el 5 no los levanto 😉

¿A ti te ha pasado algo parecido?

¡Feliz semana y hasta la próxima!

El Rincón del Peque



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