Hace un tiempo ya escribí sobre los terrores nocturnos en los niños, basándome en mi propia experiencia, sobre todo con mi hijo mayor.

En ese post te explicaba cómo habían sido los episodios que había vivido con mis hijos y cómo diferenciar y afrontar un terror nocturno.

Pues ayer, y después de más de dos años, volvió a suceder: mi hijo mayor sufrió un terror nocturno. Y si te lo cuento no es por repetirme, sino porque yo misma no supe que era un terror nocturno e hice todo lo contrario a lo que tenía que haber hecho.

¿Por qué me confundió?

Pues porque en las anteriores ocasiones se habían despertado de repente llorando como energúmenos, sin consuelo, sin dejarse consolar, como si no me vieran… duró apenas cinco minutos y después se volvieron a dormir como si nada.

Aquí puedes leer el post que escribí con los primeros episodios de mis hijos, y dónde te explico qué son los terrores nocturnos, cómo diferenciarlos de las pesadillas y, sobretodo, cómo actuar y prevenirlos. Porque en la mayoría de los casos, se pueden prevenir.

La diferencia esta vez fue que, de repente, empecé a oír unos gemidos de mi hijo. Me acerqué a su cama y lo encontré tapado hasta las orejas. Intenté ver si estaba despierto, pero me rechazaba enérgicamente y se tapaba la cara con la almohada.

Me extrañó su actitud y pensé que algo le pasaba, pero en ningún momento que estuviera pasando por un episodio de terror nocturno.

Como continuó gimiendo como llorando intenté consolarlo, rechazaba mis caricias, rechazaba mis palabras… Y no me hablaba, sólo gemía.

[clickToTweet tweet=»Me extrañó mucho su comportamiento, por eso no caí en que fuera un terror nocturno. Así manifestó su terror nocturno» quote=»Hay muchas formas de manifestar los terrores nocturnos»]

Le dije que me iba a la cama y que si quería venir conmigo, esperando que él viniera. No vino. Y cada vez los gemidos eran más fuertes.

Estábamos su padre y yo a los pies de la cama, preocupados por lo que le hacía estar así (sin pensar que en realidad estaba dormido). Intenté cogerlo. Me apartó con fuerza. Volvimos a la cama, sus chemecos eran más y más fuertes cada vez. Yo pensé que estaba llamando la atención por algo, aunque esa no es su forma de actuar.

Lo cogí a la fuerza y me lo llevé a la cama conmigo (pensando que allí se calmaría). Pero, para sorpresa mía, se soltó de mí y volvió a su cama.

Esto sí que era raro rarísimo… Así que me dio qué pensar. Una pesadilla no era, entonces… ¡un terror nocturno!

Busqué más información y… en efecto, los terrores nocturnos se manifiestan de muchas formas:

  • Gritos

  • Patadas

  • Gemidos

  • LLanto

Incluso hay veces que el niño se dedica a correr por toda la casa.

También que es normal que te aparte si te acercas a él, que te rechace. Y recordé las veces anteriores.

La diferencia principal era que entonces mis pequeñines eran bebés… y ahora mi hijo mayor está a punto de cumplir 5 años.

Fue un terror nocturno diferente, pero lo fue.

Sucedió más o menos a la hora de haberse dormido (las pesadillas no suelen ocurrir tan pronto), no consiguió despertar (aunque abriera los ojos), nada le consolaba

Cuando comprendí eso me di cuenta de que yo misma lo había alterado más, y lo dejé tranquilo.

Un momento después se levantó de la cama como si nada hubiese pasado, fue a la cocina a por agua, me acerqué a él y me sonrió. Le dije que si quería venir a dormir a nuestra cama: ¡claro que sí! Volvía a ser él, a estar consciente.

Esa noche era yo quien más necesitaba dormir con él, sentir que mi retoño estaba bien.

Aunque sabía que el episodio había terminado y que él estaba perfectamente, que no recordaba nada y que dormiría bien… Pero yo, como mamá, también necesito ser consolada por mis retoños, y la mejor forma es tenerlos conmigo.

¿Conocías lo que son los terrores nocturnos? ¿Tu peque también ha sufrido algún episodio de terror nocturno? 

¡Hasta la próxima y mil gracias por leerme!



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