Que no te lo dicen todo, que la mayoría de las veces se generaliza, y lo general se convierte en universal.

Y entonces llegas tú, como una pánfila, que no entras en ese patrón y te devanas los sesos, aguantas y piensas que no es lo que realmente sí es.

Ahora te lo explico mejor, en detalle.

El parto es uno de los momentos más importantes en la vida de una mujer. Por lo menos, yo así lo siento.

Y creo que como yo la gran mayoría de mujeres que hemos parido. Y cuando me refiero a parto, me da igual si es vaginal o por cesárea. No hago distinciones en ese sentido, porque mejor o peor, cada mujer sufrimos lo nuestro para traer a nuestros hijos al mundo, que es de lo que se trata.

Nuestros partos son nuestras grandes aventuras, y no sólo no los olvidamos sino que aprovechamos cualquier oportunidad para hablar de ello.

Yo intento contenerme, pero es verdad, cuando me encuentro con una mamá embarazada y sale el tema del parto… no puedo evitar hablar de los míos. ¡Y mira que no quiero hacerlo! Pero me puede…

Pero no te preocupes, en este post no voy a regodearme en el parto en sí (eso lo escribiré más adelante), pero sí quiero contarte algo que yo supe después de mi segundo parto.

Las contracciones de parto no siempre son regulares

Menudo bombazo, ¿verdad? Porque es lo que siempre nos dicen. Contracciones regulares, y cada vez más seguidas.

Pues en mis dos partos no ha sido así.

Mi primer parto fue un poco… ¿raro?

Bueno, fue horrible y no me sentí bien atendida, además, la epidural no hizo el efecto que tenía que hacer y… ese parto merece un post sólo para contártelo.

Así que no supe que mis contracciones eran irregulares y de dilatación lenta. No. Yo no sabía nada, era inexperta, y la matrona que me atendió era una pedorra en toda regla.

Pero mi segundo parto fue otra historia.

A las seis de la mañana me desperté porque estaba soñando que me dolía el vientre.

Fue de risa porque me desperté pensando «y ahora me duele el vientre»… Y entonces me di cuenta: ese dolor eran contracciones.

Mi marido se fue a trabajar pero no quise decirle nada, creí que era algo pasajero.

El día anterior la obstetra me había asegurado que mi parto estaba muy lejos… vamos, que no esperara tener a mi pequeñín antes de un par de semanas. Yo, sin embargo, lo sentía cerca.

Pero las contracciones fueron aumentando y haciéndose más seguidas. A las 10 de la mañana envié un mensaje a mi marido diciéndole que estuviera alerta, porque igual lo avisaba para que viniera, ya que tenía contracciones.

Como estaba en casa de mi madre y ella veía lo seguidas que las tenía, insistió en que fuera al hospital, que ya me veía ella pariendo en casa.

Yo hubiera aguantado más en casa, pero al final me convenció para que llamara a mi marido. A las 11 de la mañana llamé a mi marido y vino a casa a buscarme, y fuimos al hospital, que está a unos veinte minutos de donde vivimos.

LLegamos al hospital y las contracciones pararon. Sí, como te lo cuento… después de más de cinco horas, de repente, pararon.

Y ya estábamos allí, claro, en el hospital. Me sentí estúpida… ¡No podía ser!

La obstetra que me atendió me dijo que me ingresaba porque tenía pinta de que las contracciones volverían, y me pondría de parto. Casualidad de la vida, también estaba la obstetra que me había visitado el día anterior, y la contradijo, diciéndole que yo no estaba de parto, que me enviara para casa. Pero la que estaba al mando era la otra y decidió ingresarme (menos mal).

Yo suspiré aliviada, porque eso me hizo sentir un poco menos pringada.

[clickToTweet tweet=»El tema del parto da para mucho… y no hay universalidad ni siquiera en las contracciones. Te lo cuento :)» quote=»Y es que no hay universalidad ni siquiera en las contracciones, por mucho que digan… cada mujer es un mundo»]

Me ingresaron y sí, después de comer (unas dos horas después de ingresarme) las contracciones volvieron, y para quedarse.

Empezaron flojitas, y luego fueron subiendo la intensidad, se iban acortando, se alargaban, se alargaban… pero cada vez más fuertes, más dolorosas. Y así fueron pasando las horas.

Vino la matrona a verme, y me dijo que sólo estaba dilatada de 1cm. Que le avisara sólo cuando las contracciones fueran regulares, hasta entonces nada (hay matronas que bien podrían dedicarse a otra cosa, la verdad… porque una parte principal en un parto es el apoyo emocional a la mujer).

Y la tarde se fue haciendo larga. Muy larga…

Intentaba estar tranquila, trabajé mucho la respiración que me enseñaron en las clases de preparación al parto, visualizaba momentos ideales (me venían a la cabeza unas vacaciones con mi marido en Mallorca), y así… a veces de pie, a veces sentada, a veces tumbada, saltando, estirándome… Buscando las mil y una posiciones para soportar de la mejor forma posible cada contracción.

Vamos, nada que ver con mi primer parto (ese parto como mejor lo soportaba era tumbada en la cama).

Los dolores cada vez eran más fuertes, las contracciones más dolorosas y los minutos se iban acercando… pero luego se distanciaban… ¡No!

Y entonces empecé a sentir ganas de vomitar (eso ya me sonaba de mi primer parto) y le dije a mi marido que no podía más, que llamase a alguien.

Mi marido, el pobre, me dijo… «Pero todavía no son regulares»

¡Me importa un pito que no sean regulares, llama a alguien ya! ¡No puedo más!

Sí, me enfadé. Ya no estaba para historias… si eran regulares como si no lo eran. Me cago en la leche… ¡qué dolor! Y de verdad que yo soy una persona muy sufrida. Pero el nivel de dolor ya era insoportable…

LLegó la obstetra que me había atendido por la mañana y me pareció un ángel caído del cielo… me sonrió, me miró y me dijo feliz… «Bien, esto va muy bien, ya estás de 3 cm»

¿¿¿Cómo??? ¿¿¿Sólo de 3???

En ese momento mi mundo se hundió. ¿Cómo podía sentir tanto dolor si sólo estaba dilatada de 3cm?

Ella me dijo, sonriente:

«Tranquila, esto está hecho, de 3 a 6 estás en un pis pas, bajamos para abajo»

Bien… lo único bueno es que ya bajábamos para abajo… Pero me sentí mal. Sólo estaba de 3 y no podía más… ¿qué iba a pasar después?

Para colmo, al salir, una enfermera me dijo como que igual volvía sin parir… Mujer, pues a esto no he venido, que yo siento que sí va a nacer ya… En fin, delicadeza del personal, debe ser para animar, no sé…

Cuando bajamos abajo y me conectó a los monitores lo entendí todo.

Sólo estaba dilatada de 3 cm, pero mis contracciones llegaban hasta arriba, ¡eran picos altísimos! El dolor que sentía estaba más que justificado.

El dolor no se calmó, pero eso me hizo sentir mejor.

Mi dolor era real, aunque mis contracciones fuesen irregulares y no estuviese casi dilatada tenía contracciones de pleno parto.

Al ver el monitor, la obstetra llamó al anestesista para ponerme la epidural cuanto antes. Eso sí, tuvieron que pasar dos bolsas de suero antes… eso no era negociable. Siempre es una, pero en mi caso, tenían que ser dos, por algo de la tensión creo.

Y, bendita epidural cuando llegó… y cuando el dolor desapareció y vi que las contracciones seguían ahí, haciendo su trabajo. ¡¡¡En un momento me puse de 3 a 9!!!

Vamos, que cuando la epidural me hizo efecto la matrona fue a romper la bolsa y no hizo falta, mi peque la rompió y ya estaba ahí con su cabecita.

Hicimos dos pruebas con la obstetra y me llevaron al paritorio. Dos empujones y cariñosamente me dijo que me iba a ayudar, para terminar antes… Yo no pensé. Pues bien, me ayudas, bienvenida sea la ayuda…

Mi pequeñín pequeño nació enseguida con mi empujón y la ventosa. Vamos, que lo sacaron. Venía con el cordón umbilical al cuello.

Eso me lo explicó la obstetra después.

Y recuerdo ese momento como algo maravilloso, con una intensa emoción, plena de feliz y reconociendo en él a mi hijo. Mi hijo. Mi segundo y precioso hijo.

Con contracciones irregulares, con una dilatación tan lenta como eterna, con unas contracciones muy dolorosas… y con ayuda de la ventosa por el riesgo de asfixia al tener el cordón alrededor al cuello, y una epidural que fue la mayor bendición… nació mi pequeñín pequeño a las dos de la madrugada del día siguiente.

No quiero que te asustes al leer este post, si estás embarazada, pero tienes que saber que cada persona es un mundo.

Hay personas que tienen contracciones regulares y otras (las menos) que no, las hay de dilataciones rápidas y otras lentas, hay quien tiene contracciones más flojas pero más efectivas, y otras que las tienen más altas pero menos efectivas.

Yo soy de contracciones irregulares, muy fuertes y poco efectivas (porque apenas dilato), pero tengo muchas amigas que son justo lo contrario. Y son partos rápidos y maravillosos.

Recuerdo este parto como algo idílico, pero, claro, tampoco fue jauja, pero eso sí… me quitó el mal sabor de boca que me dejó mi primer parto.

La persona que te atiende en el parto también es muy importante, de ella depende mucho cómo te encuentres tú.

Ya ves, al final, me he venido arriba y te he contado cómo fue mi segundo parto, el de mi pequeñín pequeño. Otro día te cuento el del pequeñín mayor 🙂

Yo era la mayor asustada con la palabra «parto» desde que tengo uso de razón, y… ¿sabes qué? Que cuando se acerca el momento, estás más tranquila, más segura de ti misma, sólo deseando que llegue el momento para poder tener a tu hijo en brazos, por fin.

Y sólo piensas en él. Ya eres madre.

Después de más o menos nueve meses, después de días mejores y peores, después de todo… lo único que te urge ya es estar con tu bebé.

Eso me pasó a mí.

Creo que la naturaleza es sabia y tienes más miedo de pensar en el parto antes de quedarte embarazada que cuando llega el momento.

En mi caso, cuando llegó el momento, estaba tranquila. Muy tranquila. Las dos veces.

Claro que, una cosa no quita la otra, y cuanto más sepas sobre el momento largo (o la hora corta que dicen muchas), mejor.

Así que yo fui a todas las clases de preparación al parto, busqué toda la información que encontré, pero nadie me dijo que algunas veces las contracciones de parto podían ser irregulares.

Después de este parto lo comenté con mi matrona, con la del Centro de Salud, y me dijo que sí, que a veces pasaba. Entonces… ¿por qué nunca lo has dicho en las clases preparto?

Y por eso escribo este post, para que lo sepas, por si te pasa a ti. O por si te ha pasado…

¿Me cuentas tu experiencia?

Un besazo y hasta la próxima,

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