Me cuesta mucho escribir este post. Sin duda es el post más íntimo y más difícil para mí. Abrirme así… Es duro cuando se trata de algo tan íntimo y tan importante como es lo que le ocurre a un hijo.

No sabes cómo me siento ahora mismo… estoy nerviosa. Sin embargo pienso… ¿Y de qué me sirve tener este blog si no hablo de uno de los temas más importantes que afectan a mi hijo desde que estaba en mi vientre?

No me sirve de nada. Todo lo que hago, todo lo que escribo, todo lo que te cuento no sirve de nada si no te hablo de una de las cosas más importantes para mí: los pies de mi hijo.

Tampoco comprenderás, ni sabrás quién soy o cómo soy… cómo es mi familia.

Si me sigues desde el principio habrás visto cómo he ido evolucionando y abriéndome cada vez más.

Me cuesta tanto, que he esperado tres años y medio para contarte lo que me enseñó mi hijo antes de nacer: A querer todavía más, a proteger y a sufrir más por él sabiendo que él es más fuerte que yo.

Mi hijo nació con los dos pies equinovaros, los dos pies zambos.

A la mayoría de la gente ni siquiera le suenan estas palabras, y es normal, como me sucedía a mí, antes de tener a mi hijo, claro. Supongo que si tú no tienes un familiar con pies equinovaros o no eres un profesional sanitario, tampoco sabrás en qué consiste… Yo te lo explico.

Para eso es este post, para darle voz, para darle visibilidad a una malformación congénita con la que nacen muchos niños en el mundo.

El pie equinovaro se conoce también como pie zambo, o en otros países, pie bot.

Consiste en una malformación congénita que hace que el niño nazca con uno o dos pies con la planta deformada hacia adentro (varo) y en punta (equino).

Como en todo, hay grados, pero normalmente y a simple vista la deformación es potente y si no se corrigiera el niño apenas podría caminar a medida que fuera creciendo… hasta no caminar. Por no decir del dolor que ello supone. Porque en el momento que el desarrollo del pie no es el correcto, duele.

Para que te hagas una idea: el niño camina con los pies hacia dentro y de puntillas.

Existen muchas variaciones de la deformación, y, aunque no soy experta y sólo conozco en profundidad el caso de mi hijo, sí he podido conocer a lo largo de estos años muchos casos diferentes a los de mi pequeñín. Niños con mayor o menor dolencia, con muchas operaciones, con tratamientos más largos o más cortos, o con sólo una de las deformaciones (pie equino o pie varo).

Estos son los pies de mi hijo cuando nació:

 

Viendo esta foto puedes imaginar cómo iría creciendo el niño si no se corrigiese. Caminaría con los tobillos. Y llegaría un momento en que tendría que ir de rodillas… Vi un vídeo estremecedor que me rompió el corazón. Y me di cuenta de la suerte que tenemos… porque vivimos aquí, en España, con grandes profesionales médicos que evitan que los niños se conviertan en hombres minusválidos.

Mi hijo ha nacido aquí, y no en un país con menos recursos, y esa es una gran suerte, porque le han corregido los pies desde los siete días de nacer.

Ha sido un proceso muy duro y me gustaría contártelo, brevemente, a lo largo de tres post (el siguiente será el próximo lunes), si quieres ampliar información y saber más detalles, puedes pasarte por mi otro blog Mis Pies Zambos.

Porque sí, tengo dos blogs. Poco después de crear Mi Mundo con Peques (que en aquel momento se llamaba El Rincón del Peque), sentí la necesidad de ayudar a otros papás que pudiesen estar en la misma situación que estuvimos nosotros.

En aquel momento me leían cuatro personas en este blog, así que imagina lo escéptica que estaba con el tema, pero mi corazón me pedía intentarlo, por si alguien necesitaba la información que necesité yo años atrás.

Y cuando yo la necesité encontré muy poca. Ahora, seis años y medio después de ese momento, hay muchísima más información. Y yo he contribuido a ello. Y me siento feliz de poder ayudar.

Recuerdo la primera persona que me escribió desesperada porque le acababan de decir que su bebé venía con los dos pies zambos. La recuerdo perfectamente, y su nombre también. Sólo por ella ya merecía la pena estar allí. Ese día me di cuenta de que, sólo por ella, ya tenía sentido haber creado el blog. Y yo y mi marido nos sentimos muy felices de poder ayudar.

Y no sé cómo… cada vez fueron llegando más papás… Me leían, me preguntaban por privado y, de verdad, cuanto más ayudo, más feliz me siento. Porque yo he estado ahí, en el mismo lugar y en la misma desesperación.

Y lo sigo estando. Hoy, sí, lo sigo estando… porque mi hijo está pendiente de una operación.

Y hace unos meses, a propuesta de una mamá, creé un grupo de ayuda privado en Facebook. Fue lo mejor que hice. Y entonces empecé a recibir yo también ayuda. Es una sinergia. Ya no estamos tan solos.

¿Sabes qué es lo que me entristece de todo?

Que la sanidad no funciona igual ni siquiera en el mismo país. Que existen muchísimas diferencias entre una comunidad autónoma y otra.

Que me faltó mucha información. Que fui mamá novata y además no me informaron bien. Y que hoy, a punto de cumplir seis años, tienen que operarlo de los dos pies.

Hace un tiempo te hubiera dicho que no estaba segura si era lo correcto operar o no (que fuimos a pedir segunda opinión), pero hoy sí. Sé que es lo correcto porque cada día que pasa camina peor, porque no puede correr y ya no camina de puntillas, sino de lado.

Porque le duelen los pies y tiene todo su apoyo lleno de durezas.

Y porque a mí se me parte el alma cada vez que lo miro jugar con sus amigos, ir de aquí para allá y esforzarse por ganar una carrera. Porque le cuesta un mundo bajar las escaleras… y porque la musculatura de sus piernas está muy poco desarrollada.

Y no se queja. Cada quince días lo llevo a una fisioterapeuta pagando, por lo privado, que le hace las mil y una cosas (y que le va genial), y aunque le haga daño él ni se mueve. Y que le duelen los pies me lo dijo el otro día al hacerle una caricia y me apartó el pie.

Y entonces se me parte el corazón. Y él es más fuerte que yo… Mucho más fuerte que yo.

No quiero centrar este blog en los pies de mi hijo, pero sí creo que es importante que me conozcas y lo conozcas un poquito más. Y dar visibilidad a algo de lo que no se habla, cuyo tratamiento es largo, duro y caro.

Y como veo que en un post se me va a hacer corto, voy a hacer una serie de tres post. Este es el primero de ellos, el próximo lunes te contaré un poquito más, cómo lo diagnosticaron, qué le hicieron y cómo pasó su primer año de vida. Fue duro.

Tengo que explicarte en qué consiste la corrección, las operaciones a los que se someten ya desde bebés, otras cosas asociadas y en qué va a consistir la operación de mi hijo.

[clickToTweet tweet=»Nunca oí hablar de pie zambo hasta mi primera eco20, entonces la realidad me aplastó. Hoy te lo cuento en el blog.» quote=»Los pies zambos son una deformación congénita que afecta a un 5% de los niños. Más a los niños que a las niñas.»]

Y sé que hemos sido muy afortunados. Lo sé desde el primer día que fui con mi recién nacido en brazos, sin poderme sentar por la inmensidad de puntos que llevaba en mi zona baja y la herida reciente, y con él enganchado a mi teta… sin saber muy bien ni cómo cogerlo… y vi a un niño entrar en silla de ruedas. Ese niño, sin decirme nada porque no podía hablar, me hizo sentir una tristeza inmensa… y mucho agradecimiento por la suerte que habíamos tenido.

Entonces supe que lo de mi hijo no era nada. Tenía solución. 

Esa es otra realidad, la que viven diariamente otras personas… mi realidad no es la más dulce, pero sí es buena, porque podría haber sido peor, y en lugar de una displasia de cadera asociada a sus pies zambos, podría haber nacido con espina bífida o cualquier otra cosa.

Por eso sé que somos afortunados, muy afortunados, aunque sea duro, que lo es.

Gracias por estar ahí… siempre 🙂

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